jueves, 10 de agosto de 2017

COMENTARIO del blog. Dgo 19° Tpo.Ord. Ciclo A.

Dgo. 19 Tpo. Ord. C.A. (Mt.14.22-33)  Comentario abreviado,  actualizado, en versión libre autorizado  por el autor  Atilano Alaiz.-“El Don de la Palabra” (2004)
¿ DONDE ESTÁS  SEÑOR ?
    Estamos ante un relato simbólico con la finalidad evangelizadora y catequética.  El acontecimiento en sí, no es más que un vehículo de expresión.
   Jesús se revela a los suyos como el Dios humanado: “SOY  YO”  que hace referencia a la teofanía  a Moisés, cuando se le encomienda la misión de encabezar la marcha hacia la libertad.

  Jesús atraviesa el mar encrespado de la historia con el nuevo Pueblo de Dios sin hundirse ni naufragar.   El  mar  Tiberíades   es una realidad simbólica,  para el pensamiento bíblico significa  “la guarida de las fuerzas del mal”  a través del cual navegamos hacia tierra firme de una vida plena.        La barca de Pedro, simboliza a la Iglesia y  por ende a toda la comunidad de comunidades cristianas  y de todo y cada  laico.  Mateo escribe este relato luego de varias décadas de experiencia  eclesial sin la presencia física de Jesús.  No es teórico,  habla de una experiencia comunitaria.   Ya en estas  primeras comunidades  la barca de Pedro se ve  sacudida por crisis externas e internas,  hoy vivimos una crisis  donde carecemos de verdaderos  conductores que contagien alegría, fuerza  y  entusiasmo.
     Desde  la  barca de Pedro  conducida por  FRANCISCO  escuchamos constantemente “ ANIMO, NO TEMAN EL ESTÁ CON NOSOTROS ..”   pero  como ayer,   hoy  hay fuerzas que  ponen frenos a estas invitaciones, primero nuestra comodidad  acostumbrada a que nos marquen el camino, sin animarnos como nos pide  Francisco a salir,   a equivocarnos pero intentar  el cambio que  siempre pedimos pero que ahora que se nos impulsa,  tenemos miedos paralizantes,  miedo a perder lo conquistado,  miedo a jugarnos,  miedo a cambiar en serio de actitud.     
    La iglesia “oficial”  tiene  encuestas que marcan el paulatino descenso de concurrencia a las celebraciones,  la falta de compromiso en actividades comunitarias;   quienes  concurrimos  asistimos a la reiteración de ritos, celebraciones   sin sal,  sosas  carentes de actualidad. 
   Vivimos en estado de crisis,  pero no somos capaces de ver que Jesús nos llama a través de Francisco;    todos  clero, laicos  somos  repetidores  de los dichos de Francisco,  pero miramos para el costado   cuando se trata de  VER   SU  TESTIMONIO  de vida,  dejó los palacios para convivir,  comer ,  estar  más cercano del pueblo, escuchar sus gemidos, visitar casa  a  casa , conversar  con la gente.        
  No nos resulta fácil;    Pedro  en un impulso  generoso se lanza a las bravas aguas en busca de la mano de Jesús,  no tiene dudas que se la brindará.  

  De las crisis se sale realmente si nos ha servido para madurar, para renovar nuestra fe;   la actitud de las primeras comunidades cristianas, en cuyo seno se levantaron violentas  tormentas, es iluminadora.  Se pusieron a la escucha del Espíritu, dialogaron fraternalmente, oraron.  “Hemos decidido el Espíritu y nosotros…” (sal. 118,105). Es imprescindible no dejarse aturdir ni arrollar por el rugido del viento, el estallido de las olas, los nubarrones y las tinieblas de la noche.  Es preciso afrontar la tormenta con serenidad y bajo la mirada del Señor. 

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