viernes, 25 de octubre de 2013

SONEIRA, recibe reconocimiento. Aporte de Hugo Bielli

La Junta Departamental recibe a Federico Soneira.-  Recibido de Hugo Bielli.-
LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE MONTEVIDEO
CON MOTIVO DE UN HOMENAJE REALIZADO A SU PERSONA Y EN ELLA A UNA TRAYECTORIA Y
FORMA DE SER IGLESIA.
Montevideo, 22 de octubre de 2013.
Buenas tardes. Un saludo fraterno para todas y todos los aquí presentes a quienes agradezco
su deferencia al invitarme a este espacio, para, según dice en la tarjeta que recibí, hacer un
homenaje a Federico Soneira.


Quisiera empezar diciendo, con toda sinceridad, que el motivo de mi aceptación para venir hoy
a este escenario y participar de este acto, no es un reconocimiento a mi vida personal, simple
y común como la de tantos compatriotas, que creen en la dignidad humana y anhelan habitar
un país en el que quepamos todos; ni tampoco con el rol personal que haya podido vivir o
desempañar con motivo de la huelga general del 73 y la reacción de un pueblo ante el golpe.
Mi presencia acá es para aceptar este homenaje en nombre de todos aquellos que se
sumaron y apoyaron esta gesta que significó tanto para nuestro pueblo. Lo acepto como una
expresión justa y digna que se hace en recuerdo y reconocimiento de todos aquellos que más
allá de sus intereses individuales se jugaron la vida en ese momento histórico por el que
atravesábamos los orientales, con actitudes de solidaridad y valentía que no pueden
olvidarse.
Y cuando digo todas y todos, quiero trascender en mucho a quienes lo hicimos desde la
“Curva”, como comunidad católica en la parroquia de Santa Gema, y recordar a quienes
participaron desde todos los barrios de Montevideo, algunos ya no están, unos conocidos,
otros desconocidos, pero todos ayudando en la tarea de construir un mejor Uruguay.
No voy a recordar nombres, son muchos y de muy diversas ideologías y profesiones religiosas…
Quiero hoy hacer referencia a los compañeros de nuestra iglesia quienes con su liderazgo
apoyaron a sus comunidades y se sumaron a un pueblo que reclamaba la libertad, y se
rebelaba contra la dictadura.
Pero si me permiten, quiero hacer especial referencia a don Carlos Parteli, obispo de
Montevideo, que tuvo el coraje y la valentía de conducir a la comunidad católica a descubrir el
sentido más profundo de la fe cristiana, que no es únicamente un culto, sino una vida
comprometida con la justicia, el derecho a la vida digna y la corresponsabilidad ciudadana,
como seguidores de Jesus de Nazaret.
Junto a él, muchos aprendimos a abrir los horizontes de nuestra mirada y hacer más
definido nuestro compromiso social. Recordemos que también en ese difícil momento de
nuestro país, en la Iglesia católica como en toda la sociedad, no era fácil convivir y encontrarse
con posturas tan diversas, ya que el fraccionamiento era muy notorio, situación que se
acentuó después, con las injusticias y exclusiones propias del golpe, que dividieron al país: los
que están con el golpe y la dictadura y los que no piensan como “nosotros”.
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En Parteli recuerdo tantos compañeros que tuvieron el coraje y la valentía de hacer pública la
denuncia contra el atropello y las maneras viles de represión. Por nombrar algunos, Ismael
Rivas, el flaco Spadaccino, Santiago Vitola, Haroldo Ponce, Paco Berdiñas, Perico Pérez Aguirre,
Cacho y muchos otros. Esos en Montevideo, pero pienso en Marcelo Mendiharat , y tantos
otros en el interior del País.
Cada uno de nosotros, era parte de una comunidad, que de muy diversas maneras
respaldaba el compromiso. Y ahí debo hacer mención a mi gente de “la curva”, muchos de
ellas y ellos sindicalistas o comprometidos con grupos políticos, organizaciones barriales, que
luchaban y defendían los derechos de los trabajadores y de los más desprotegidos de la
comunidad social. Yo reconozco que sin el apoyo, la fuerza y coraje de ellos, en Santa Gema,
como en muchas otras parroquias de la ciudad, no hubiéramos dado los pasos que fuimos
dando. En nuestras comunidades, tambien hubo quienes no veían el compromiso social de la
fe y se alejaron, así como otros que sin ser miembros activos de la comunidad, comulgaron con
nuestra participación y se hicieron uno más en la lucha.
Tendría una lista grande de hermanas y hermanos, algunos de ellos militarizados, otros
guardados ante cualquier amenaza de disturbio en el cilindro y otros muchos detenidos, en
interrogatorios y en la cárcel.
Recuerdo que la Iglesia era para muchos un lugar de reflexión y de compromiso con las
distintas expresiones de disidencia, resistencia y oposición al gobierno dictatorial. Hago
memoria de celebraciones del 1 de mayo en algunos de nuestros templos y la frecuente
aparición del inspector Alen Castro, que fue uno de los que ejecutaban los prolongados
interrogatorios que más de uno tuvo que padecer.
Pero no quiero detenerme en anécdotas, sino rescatar el valor y coraje de muchas y muchos
de nuestros compatriotas, más allá de las banderas religiosas o políticas y recordar, al mismo
tiempo, con que facilidad el pueblo oriental se fue transformando en un país dividido por los
odios, las calumnias y las acusaciones.
Por eso hoy quiero que ustedes, que me han dado la oportunidad de estar en este espacio, me
acompañen a reconocer y a rendir honor a tantos que pasarán al olvido sin pena ni gloria,
pero que en su momento tuvieron la valentía necesaria para defender los valores de un pueblo
que siempre quiso y pretendió buscar caminos de participación democrática.
La lección de un pasado no tan lejano, no puede olvidarse, y lastimosamente pareciera que a
pesar de la mucha agua que corrió bajo el puente, seguimos defendiendo partidismos, grupos
y pertenencias y no hemos aprendido aún que una sociedad se construye con el diálogo y el
respeto al pensamiento del otro, y que un sano pluralismo es bueno, siempre que la razón de
la divergencia sea la búsqueda de la verdad y del bien común, y no de un grupo u otro que
tiene el ejercicio del poder. Lo mismo digo respecto a nuestra iglesia y a todas las demás
confesiones creyentes.
Hoy de manera especial los invito a pensar en nuestros jóvenes, ellos son el presente y el
futuro de nuestro país. Son los depositarios de aquello que nosotros mismos hemos creado en
torno a la democracia y a sus prácticas participativas, para construir los consensos y los
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proyectos colectivos orientados al bien común. Hoy desafortunadamente cuando los adultos
pensamos en los jóvenes, nos referimos a ellos desde imaginarios que desvalorizan lo que
son, piensan, sueñan y deslegitiman sus formas de actuar en el mundo…
Es cierto y evidente que hay muchos jóvenes que orientan su vida desde posiciones
consumistas, ligadas al placer individual y al goce que se agota en si mismo, posiciones que los
mismos adultos hemos propuesto como deseables, cuando dejamos que sean las ansias de
acumulación, las que gobiernen nuestras relaciones y decisiones…
Pero también es cierto y a veces no tan evidente que hay muchos jóvenes, que no entraron en
esas lógicas del consumismo, porque no encuentran ahí sus sentidos existenciales… Ellas y
ellos buscan, critican, protestan, cantan… expresan de muchas maneras sus sentires y sus
propias interpretaciones del mundo, han construido sus propias institucionalidades, sus
propios movimientos y si los adultos no aceptamos el desafío de aprender a entender, de
aprender a desandar los pasos de nuestra propia institucionalidad, queridos amigos y amigas,
déjenme decirles que somos nosotros los que nos quedamos por fuera de la historia: Las
nuevas generaciones esperan algo distinto de la política y de las instituciones en las que
vivimos la democracia en nuestro país.
La gran pregunta que nos queda es ¿qué sabemos realmente de nuestros jóvenes con quienes
tendríamos que estar construyendo hombro a hombro ese Uruguay justo, democrático y
equitativo con el que casi todos soñamos? ¿Sabemos realmente para quiénes estamos
gobernando? ¿Para quiénes estamos ofreciendo una alternativa religiosa? Los jóvenes tienen
una mirada crítica, saben distinguir las propuestas, a ellas y ellos no los podemos engañar
con discursos,… quieren hechos, necesitan ver, y en esto, quienes profesamos la religión
católica deberíamos estar abiertos a entender el mensaje más profundo de Francisco I… El
evangelio se tiene que expresar en la vida misma… Tenemos que acortar cada día más las
distancias entre nuestros discursos y lo que realmente hacemos por construir país.
Nuestra apuesta tendría que estar entonces, en saber mirar a las nuevas generaciones, porque
son las depositarias de lo poquito o lo mucho que seamos capaces de construir junto a ellas,
en torno a las formas de participación y a la creación de espacios donde puedan desplegar su
manera política de estar en el mundo en diferentes movimientos juveniles, que no responden
a esas banderas que dividen y que hoy nos reclaman al mundo de los adultos... Tenemos que
dar un paso y en lugar de condenar a los jóvenes, abramos nuestra mente y nuestro corazón
a escucharlos…
Termino con la esperanza de que hoy, además de hacer memoria de los valientes, haciendo
presente su vida y reconociendo el valor de su apuesta tantas veces silenciada y olvidada, este
homenaje se constituya en expresión esperanzadora de la voz de todos, jóvenes y adultos,
que queremos hacer de Uruguay, un país unido, justo, equitativo y libre, en el que quepamos
todos…
Muchas gracias,

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