A pesar de todo…
(Comentario del Evangelio de San Lucas 18,1-8)
“Cuando mi hermano
estuvo mal, yo me enojé con Dios”, me dijo un muchacho…No
entendía cómo podían hablar de un Dios bueno…si mi hermano
estaba mal…Hasta me iba cuando hablaban de ese Dios bueno…La
verdad no entendía…me decía. Hoy él sigue firme con su fe en
Dios, y su hermano, por providencia divina se encuentra bien. Pero la
fe no es un seguro de eternidad…seguimos siendo seres humanos. Y la
invitación de Jesús es a suplicar con fe y confianza.
A veces pensamos,
mirando el mundo, que Dios se desentiende de los que están mal, de
los que sufren, de tantas personas que sufren injustamente…Pero
esta mirada no es la de los que más sufren, porque curiosamente, al
menos esa es mi experiencia, he conocido muchas personas
verdaderamente sufrientes (por problemas familiares, por injusticias,
por falta de entendimientos…) que sin embargo, nunca recriminan a
Dios su ausencia. Puede pasarle en un momento, pero en seguida se
recuperan y acuden a Dios con más fuerza. De tal manera que los que
más acuden a Dios no son los que están bien, sino aquéllos
golpeados por la vida.
El Evangelio nos habla
de esta fe, la fe que insiste, clama, molesta…Para hacernos ver la
importancia de clamar y creer y esperar en Dios, Jesús habla de dos
personajes en su parábola: un juez injusto, “no temía a Dios ni
respetaba a los hombres”, es decir, un desalmado…Sin Dios y sin
humanidad. Y que por egoísmo, atiende a la viuda para que no lo
moleste más. Ella, que representa a una de las franjas más frágiles
de entonces, desvalida, sin embargo logra del juez lo que buscaba.
Como tantas veces los más pobres se las ingenian para sobrevivir.
Cuánto más Dios hará
justicia a los que claman a él. Pero ¿habrá fe cuando el Hijo del
Hombre venga sobre la tierra?
La gran tentación del
ser humano es confiar en sí mismo como si fuera un dios…Y él no
es Dios. Dios es quien nos regala la existencia, el que nos amó y
ama desde siempre, el que nos mandó a su mismo hijo, el que escucha
nuestras súplicas y viene sí o sí en nuestro auxilio. Y cuando
creemos esto, Él viene, Él se hace presente, Él actúa…Dios
tiene sus tiempos, que no son los nuestros. Pero siempre está…Y
está esperando que lo busquemos de corazón. Qué lindo para un
padre percibir el gesto de un hijo que lo reconoce como padre…o de
una madre que su hijo le diga: ma…ma…Eso es lo que Dios espera de
sus hijos…
La
pregunta que nos quedaría en el tintero es en qué medida somos
hombres y mujeres de Dios, que escuchamos los clamores que hay a
nuestro alrededor: pedidos de comprensión, de solidaridad, de
muestras de cariño…de atender a los demás como iguales en su
dignidad, de seres únicos…de hermanos y hermanas…
Muchos de nosotros
aprendimos de nuestras madres que este Dios está, escucha y atiende
nuestras súplicas…Ellas nos enseñaron a creer, amar y esperar…por
supuesto, con tantos otros y otras…Que el Señor las bendiga con
mucho amor.
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