viernes, 30 de noviembre de 2012

ADVIENTO, comentario del pbro. Dn Pancho

Dn Pancho desde España nos envía su reflexión para el próximo dgo 1º de ADVIENTO


“ESTEN DESPIERTOS”

Tiempo de Adviento Ciclo “C”
1er. Domingo: 2 de dic. 2012 – P. Pancho

Partimos de la vida.-

Dentro de un mes, estaremos festejando el comienzo del Año Nuevo. Los saludos y augurios propios de esos días expresarán sentimientos de paz, deseos de felicidad, de buena suerte, que no nos falten la salud y el dinero, que sea para todos un año mejor, un  feliz año.


Hoy, en la Iglesia, en nuestra comunidad, estamos comenzando un Nuevo Año Litúrgico, con el Adviento; un “tiempo fuerte” en la vida la comunidad cristiana y, por lo mismo, en la vida de cada uno de  nosotros, que formamos parte de esta comunidad. Adviento significa advenimiento, venida; lo llamamos así porque  es el tiempo en el que nos  preparamos para celebrar  la “Venida” del Señor, en la próxima Navidad.

Al comienzo de este Año nuevo en la vida de nuestra fe, al entrar en este Adviento, también nosotros podemos expresar e intercambiar nuestros augurios, nuestros sentimientos, nuestros deseos. Pero entonces, es importante tener los oídos y los corazones muy abiertos, para escuchar, sobre todo, lo que Dios  nos quiere decir; aquello que él nos desea y espera de nosotros sus hijos.

Nos dejamos iluminar por la Palabra del Señor.-

La primera palabra que el Señor nos dirige, hoy, es una invitación a la esperanza (1ª Lect. Jer 33,14-16): “Llegan días en que cumpliré la promesa que hice –dice el señor-  en aquellos días y en aquella hora, hará brotar para David un vástago legítimo, que practicará la justicia y el derecho en la tierra”.
El profeta (el “vidente”, el hombre que por su fe “ve” a Dios actuando), donde aparentemente solo hay desesperanza, sabe ver esperanza, presagios de salvación. Jeremías sabe mirar lejos y anunciar la salvación prometida por Dios a su pueblo. Su confianza en el Dios de las promesas se encarnará un día en el anciano  Zacarías y en María, que bendecirán al Dios de las promesas, cumplidas enla Casa de David, según habían anunciado los profetas”, “como lo había prometido a nuestros padres” (Lc 1, 69-70 y Lc 1, 55).

Hoy, en este Adviento, la confianza, en el Dios de las promesas busca encarnarse en nosotros, germinar en nuestro corazón, para que sea un corazón “habitado” por la esperanza; y no por el desencanto, la negatividad, la  desilusión o la desesperanza. Todo un desafío que el Señor nos propone en los umbrales de este Adviento.





Este desafío cuestiona profundamente nuestras actitudes y posturas ante los demás, ante la realidad, ante las situaciones que nos rodean. Necesitamos “estar fuertes interiormente”- nos ha dicho Pablo- (2ª Lect. 1 Tes. 3,12-4,2), ser recios y tenaces, -diríamos hoy-,  “para que cuando Jesús, el Señor, vuelva”, nos encuentre con nuestros corazones “rebosantes de amor mutuo y de amor a todos”; porque ésta será la señal de nuestra confianza en su vuelta y de nuestra esperanza.

Para recibirle –nos ha dicho Pablo- tenemos que “ser santos e irreprensibles ante Dios”, tradúzcase, tener un corazón “comprometido con la suerte de todos”, “resucitado y alegre”, “esperanzado”, “que agrada a Dios”, porque ama, como ama Dios; un corazón liberado del egoísmo y el pecado, que nos destruye como persona y nos impide ser hermanos.

Jesús habla de su “Venida”, como un acontecimiento liberador y recomienda cómo prepararse (EBB. Lc 21,25-28.34-36). Hace referencia a la actitud de esperanza que debe tener el discípulo de Jesús: ha de esperarlo no con miedo, sino con “la cabeza alta, pues es un momento de liberación para el que, por otro lado, es necesario estar preparados.

Debemos permanecer “despiertosy vigilantes, -nos dice el Señor-, orar y mantener el corazón libre de las ataduras de la vida; en definitiva; ser hombres y mujeres que miran más lejos de lo que ven sus ojos, apuntan a la meta de sus esperanzas, a un horizonte  de participación en la victoria definitiva de Jesús, el Señor; victoria que el “Hijo del hombre” logró por un camino de entrega, de servicio, de amor hasta dar la vida.

Aquí en la Eucaristía, celebramos el “anticipo” de la “Venida”· del Señor; oramos inclinados, para mantenernos en pie; proclamamos nuestra esperanza: “Todo invierno será primavera”;  toda noche será camino para el amanecer del nuevo día; toda muerte, cuna para la nueva Vida.

Señor, haz con nosotros el camino del Adviento, así en la Navidad nos reencontramos nuevamente. Enciende en nuestros corazones la lámpara de la esperanza, para que sepamos esperarte “despiertos”; y la lámpara del amor, para  que te amemos más que a nadie, más que a nada, más que a todas las cosas.; para que en un mundo tan desgarrado por la violencia, te esperemos con un corazón “rebosante” de amor. VEN, SEÑOR JESUS!!! VEN, SEÑOR!!!!!

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